_ City_

Hay veces que la city te perturba tanto que te limita la cabeza, y todo se mide en horas prolijamente enumeradas.
Ya nada te sorprende.
Y de repente, sin que te lo esperes, el atardecer rosado de nubes enormes entre edificios,ese grafitti de la esquina, el tren y la musica.
Nunca subestimes el poder de la ciudad!
Con tacones y Rock and Roll.
Just push play love!

_ Mensajito_

La falta de amor tiene solución,
la pobreza...
Yo una cama te puedo prestar
pero compartimos la almohada.
En el amor como en la pobreza,
con o sin tacos belleza.

_ Plegaria_

Ruego a todos los Dioses que quieran escuchar.
A todos aquellos que puedan hacer algo.
Dioses eternos del universo,
ustedes que todo lo digitan.
Liberenme de este Karma,
denme su bendición.
Ya me he confesado,
recé mil rosarios de lágrimas
durante días y noches.
He cumplido con el cláustro
y las fiestas de guardar.
He peregrinado al Kotel,
he pisado Tierra Santa.
Prediqué sus palabras y hasta me humillé
sólo por cumplir mi pena.
A ustedes, Dioses del mundo entero, omnipresentes,
todopoderosos.
Les ruego,
liberen a mi corazón de este enorme moño negro que lo ahorca.
Les suplico,
dejenme volver a sentir la impunidad del amor.

_ Fall(ing)_

Sigo enrollada ahí,
enrollando este montón de humo.
Espiral del silencio.
Cadáver exquisito.
No puedo salir de tí,
oh eterno otoño.

_ Póstuma Síntesis Biográfica_ Esdrújula Hístoria_

Sócrates Méndola, cínico científico mediático, puso en práctica su ridículo, pésimo y poco ético invento. Éste era una brújula parabólica capaz de detectar murciélagos, pájaros o cualquier animal carnívoro a kilómetros de distancia. Era de gran utilidad en los campos con muchas hectáreas pobladas de árboles.
Este método, no muy económico, tuvo al principio mucho éxito pero rápidamente tuvo un dramático final. Resultó ser que esta máquina les provocaba a los animales parásitos y vómitos. A las plantas, árboles y en especial a los cítricos los teñía de color marrón. Esto lo ocacionaba un ácido que se encontraba en la bateria de la brújula parabólica.
Era un espectáculo patético ver a las vacas decrépitas, a las ovejas famélicas, a los patos y gallinas escúalidos. Las hembras daban leche sólo al crepúsculo, y ésta salia insípida. Los ovíparos, cómicos huevos sin yema. La radiación era tal que hasta los caballos del hipódromo cercano se vieron afectados. En ellos tenía el efecto de clásico somnífero. Era una historia tragicómica, pero a la vez parecía sacada de un auténtico cuento de ciencia ficción. El diagnóstico de los veterinarios fue drástico: no hay cura, el ácido los vuelve locos. ¡ Sacrifíquenlos! Es la opción más lógica.
A corto plazo el problema tomó estado público y, por supuesto, el hipócrita y falto de escrúpulos Sócrates Méndola, salió a defender su invento en los típicos programas de mágazine para la gente mediática como él. El intrépido científico, sereno como un acróbata y mentiroso como un político, acusó a los dueños de los campos de sobredosis de antibióticos veterinarios, alegando que éstos eran los que causaban los males en los órganos de los animales. También escribió un artículo que pretendió ser poético, hablaba sobre el prójimo y sobre su invento patriótico, pero resultó ser ilógico como quién lo escribía.
Aun así logró calmar las aguas y mientras tanto seguía vendiendo y con éxito aquél bártulo, el cual poseía un gran péndulo en donde se encontraba la batería con el ácido contaminante. Y seguían sacrificándose animales, y seguían volviendose locos. Hasta que la totalidad de la fauna decidió organizarse para teminar con la catástrofe. Pensaron varias opciones, y decidieron que lo único que podía hacerse era cortar el problema de raíz.
Sonámbulos como estaban, por el efecto de la droga que terminaba con su vida, se dirigieron hasta la casa de Méndola, quien se encontraba estúpido frente a los fájos de dólares.
Por la ventana vió venir la estampida, parecía un zoológico. Incrédulo, como siempre, pensó que se detendrían y se lo repetía segundo a segundo, hasta el último momento, donde lo rodearon vacas, gallinas, patos, murciélagos, caballos, todas las víctimas de su invento.
La respiración histérica y las miradas que lo inculpaban lo hicieron entran en pánico, percibió entonces su trágico final y una tétrica voz se lo confirmó: ¡ Mátenlo!