_ CoLlaGe_

_ Y después de tantas letras medio como que empezamos a entendernos. O a entender qué es lo que no entendemos_ Digo, es como la punta del ovillo_ Yo escribo desde que tengo 17 años_ Huyo del compromiso, desde llegar temprano hasta ser fiel_ Y si no querés saber, no me mires nunca más_ O anotarte en un curso de vinos o uno de caligrafía y agarrar el paraguas y salir y cagarte de frio y mojarte y que se me caigan las monedas del bolsillo y viajar parada 20 minutos y bajarme 4 cuadras antes por boluda, pero ir_ Hola que tal, soy fulanita, vengo a anotarme al curso de vinos o de caligrafia, es lo mismo_ Pero nunca jamás hace_ Soy una persona sin voluntad_ Yo nunca dudé que vos fueras vos_ Y siempre que creyó que se la estaba jugando sabía que en la pileta había agua_ Aunque sea como para no romperse la cabeza_ Pero acaso el corazón_ Y sé que puedo tanto más, TANTO_ Yo pienso las cosas pero no las hago_ Tengo viajes astrales_ Y cuando empezaste a escrbir y publicar me di cuenta que sí, que eras vos, all the way_ Si bueno, welcome a la road movie de mi vida_ De escribir a publicar, aunque sea para unos pocos....ufff_ Un poco más sabiendo poner puntos y comas al menos_ Es andar sin pantalones por la calle_

_ Ficcion_ Ando_

Ella se levantó, un poco por dejar de hablar, otro poco porque tenía sed. Por no tomar un mate que destruiría su intestino decidió hacerse un té. Se preguntó si ellas querrian también. Si, claro.
Ellas seguían charlando, sentadas en el balcón. Ella tuvo un repentino deseo inexplicable de cambiarse la ropa, yo creo que por la sensación de salir del estado en el que había estado sumergida todo el día. Cambiando la ropa se cambiaría la actitud y se sacaría ese peso de los hombros. Ese tufo, ese sopor del día.
Salir del hipnotismo para en realidad entrar en otro un poco más íntimo.
Mientras se calentaba el agua en la cocina pensaba si tendría calor en las piernas y en aquel té marroquí bebido en el desierto. Cuando salió deseó tener azúcar morena en terrones y más miel. Lo anotó en la lista. Llevó tres tazas, tres saquitos, tres cucharitas.
En la mesa seguían las dos hablando sin parar, fieles a su condición de mujeres. Llegando con las tazas hizo un comentario al respecto, pero bien podría ser diferente esta vez, dijo. Ellas dudaron pero no cambiaron de opinión. El tema se diluyó, ya no quedaba mucho más por decir. Volvieron a hablar del viaje a Neuquén. Luego se quedaron en silencio, sumidas en sus propios pensamientos. Pero todo se mezcla entre el viento y las llamas de las velas, y la tarde avanza en penumbras, en chances, dudas y fantasías.