_ Ficcion_ Ando_

Ella se levantó, un poco por dejar de hablar, otro poco porque tenía sed. Por no tomar un mate que destruiría su intestino decidió hacerse un té. Se preguntó si ellas querrian también. Si, claro.
Ellas seguían charlando, sentadas en el balcón. Ella tuvo un repentino deseo inexplicable de cambiarse la ropa, yo creo que por la sensación de salir del estado en el que había estado sumergida todo el día. Cambiando la ropa se cambiaría la actitud y se sacaría ese peso de los hombros. Ese tufo, ese sopor del día.
Salir del hipnotismo para en realidad entrar en otro un poco más íntimo.
Mientras se calentaba el agua en la cocina pensaba si tendría calor en las piernas y en aquel té marroquí bebido en el desierto. Cuando salió deseó tener azúcar morena en terrones y más miel. Lo anotó en la lista. Llevó tres tazas, tres saquitos, tres cucharitas.
En la mesa seguían las dos hablando sin parar, fieles a su condición de mujeres. Llegando con las tazas hizo un comentario al respecto, pero bien podría ser diferente esta vez, dijo. Ellas dudaron pero no cambiaron de opinión. El tema se diluyó, ya no quedaba mucho más por decir. Volvieron a hablar del viaje a Neuquén. Luego se quedaron en silencio, sumidas en sus propios pensamientos. Pero todo se mezcla entre el viento y las llamas de las velas, y la tarde avanza en penumbras, en chances, dudas y fantasías.

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