Los que realmente amamos los libros solemos escribirlos.
Herejes ustedes que leen pasivamente y dejan pasar las palabras sin mancharse, sin dejar rastros.
Herejes ustedes que dicen amar sin dar nada a cambio.
Nosotros nos exponemos y nos dejamos desgarrar.
Nosotros amamos dandolo todo y sin perdir más de lo que tienen para darnos.
Capitulo 56 y medio o un pensamiento de Talita
Yo ya sabía que acabarías no
tirándote por aquella ventana Oliveira. Un poco te conozco, sí, no me mires con
esos ojos de soberbia y como haciéndote el sorprendido. Sé que pensás que soy
una muchacha argentina promedio poco culta e ingenua pero sabés qué, así como
me ves también tengo cierto tipo de inteligencia o sensibilidad o un sexto sentido si querés
llamarlo, para leer entre líneas sentimientos y acciones.
Yo sabía bien que era todo
teatro y a la vez, por qué no, un poco de locura. Es que desde que vivimos en
este loquero todos, incluso Manú que vos sabés que es el más cuerdo de los
tres, estamos mimetizándonos con los verdaderos locos. No me extrañaría que
nosotros también terminemos acariciando a una paloma muerta.
Pará, dejáme terminar Horacio,
que estoy enredada en el ritmo de un pensamiento que te quiero decir.
Yo sabía que en realidad
estabas jugando con todos nosotros e incluso con vos mismo. Que en tu mente
extraña las cosas se suceden, se entretejen entre la realidad y la imaginación
hasta que terminás enredado en una gran madeja que vos mismo creaste y ya no
sos capaz de entender qué es realidad y
qué es fantasía.
Siempre supe, desde que te vi
en el puerto aquel día por primera vez, que te habías fijado en mí pero no como una mujer, no como una posible
amante sino desde otro lugar, un lugar secreto de tu mente, como desde atrás de
vos mismo, como a quien se le viene una imagen a la cabeza que no sabe si es un
recuerdo, si alguna vez la vio, si forma parte de un sueño olvidado al
despertar, si es alguien que uno conoció en una vida pasada. Siempre sospeché
que yo te hacía acordar a esa chica Lucía, La Maga como a vos te gusta
llamarla. Vaya apodo, qué clase de magia hacía a ver decime. Pero pará, no te
creas que digo así porque hablo por celos o porque no quiero ser el zombie de
nadie, digo, a mi me parece que en realidad vos con tu cabeza de fantasía y tu
corazón extrañamente romántico, porque
eso está claro, basta conocerte un poco para una darse cuenta que sos de esos
románticos solapados, como escondidos de las luces por miedo a quedar como un
tonto frente a tus amigos y lo que es peor frente a las mujeres. Claro, no vaya
a ser cosa que te enamores. Ey, pará no te asustes es solo una forma de decir,
ya sé que el enamoramiento no es para vos, vos siempre decís que es cosas de
adolescentes. Pero a mí me parece que esa Lucía en realidad no era más que lo
que era. Una chica uruguaya, madre soltera, de cortas entendederas como vos
siempre decís, ingenua, y que todo ese
polvo mágico que la rodeaba en realidad tenía que ver con su éxtasis y su libertad
recién ganada que se abría paso lejos de
todo y todos, lejos de su
paisito y para colmo en París, ciudad romántica si las hay, eso dicen todos y
hasta en las películas te lo muestran, todo eso combinado también con tu
inentendible exilio y tu eterna adolescencia jamás aceptada y más que nunca a
flor de piel y además seguro que era una chica muy linda.
Yo sabía que no te ibas a tirar
por la ventana, que lo que estabas haciendo era llamar un poco la atención como
un chico y vos sabías bien que Manú lograría entrar a la habitación tarde o
temprano y vos te morías por ver su reacción cuando pisara todas esas
palanganas y qué se yo cuantas tonteras que tiraste por el piso, y que cuando
llegara a vos todo mojado y un poco golpeado no iba sino a decirte que se fumen
un cigarrillo y que bajaras a tomar una ginebra con él y conmigo al patio. Yo
lo sabía bien y estaba ahí abajo mirándote cuando me tenté a patear la piedrita
y echarme a saltar por la rayuela que el 8 dibujó ayer. Un poco lo hice para
que ver si vos también te tentabas y bajabas de ahí de una buena vez a jugar
conmigo pero claro vos estabas tan bien ahí arriba con tus cigarros y tus
trampitas puestas con agua, piolines y rulemanes, regodeándote en tu batalla
ganada de antemano, riéndote de nosotros, de todos y de vos. En un momento estando ahí abajo parada me
preocupé, vi que te asomabas tanto que pensé que ibas a caerte y te odié
Horacio, te odié por caprichoso y egoísta y por no venir a jugar conmigo. Pero
yo sabía que no ibas a tirarte porque no es tu forma de ser entregarte así como
así, tu propia soberbia no te lo permitiría y además nunca fuiste lo
suficientemente valiente como para jugarte la vida, siempre coqueteaste con la
muerte como parte del juego de tu vida pero nunca jamás fuiste capaz de apuntar
la piedra y patearla lo suficientemente fuerte como para llegar al cielo.
Es curioso sabés, ahora que lo
pienso, si te hubieses tirado de ahí arriba, si te hubieses soltado lentamente
del marco de la ventana hubieses caído justo encima de la rayuela y, aunque más
no sea con la cabeza destrozada, hubieses llegado a tocar el cielo.
Talita despabiló de repente, salió de sus pensamientos como de
dentro del agua, asfixiada y confundida pero con el placer de haberle dicho a
Horacio todo eso que tenía atragantado desde ayer, al menos en su mente se lo
dijo y, en cuanto pudiese, tomaría coraje para decírselo en persona, claro que
Horacio la interrumpiría antes de que pudiese terminar las primeras dos
palabras y le propondría ir por el diccionario y jugar un rato al juego del
cementerio hasta que llegue Manú y salieran a tomar un cerveza.
Mientras tanto prendió el fuego
para prepararle el café con leche de cada tarde a Manú. Se giró y le dijo con
voz reflexiva: por qué no vas a tocarle la puerta a Horacio, decíle que venga a
tomar la merienda con nosotros, luego saldremos por una cerveza, el pobre debe
estar aturdido todavía con todo lo de ayer, imaginate que dice que se va a
volver a lo de Gekrepten, date cuenta un poco.
_ Una Tarde Cualquiera _
— De modo que todo se te vuelve en contra. La paranoia se te da vuelta, te enfrenta y te da un cachetazo. Quedas atrapada. La paranoia es bipolar.
Y ahora estás por fuera de tu propia novela y te ves esconderte y a la vez te escondes, y ya no tienes más lugar dónde esconderte. Inventas una ficción y no puedes escribirla, mucho menos vivirla. Tu sola, solita mi alma, te has atado desnuda de pies y manos. Y te ves del otro lado pero te haces la tonta de este lado y del otro también. No puedes (re) accionar porque tus propias estrategias te encerraron. ¡Ay mi niña querida! Ojala fueses más liviana y colorida, más río, más burbuja.
Mientras sigas inventando novelas y no te animes a vivirlas, seguirás con las manos atadas duplicando paranoias sin poder escribirlas —sentenció luego de mirarle largamente la palma de la mano. Tomó los cinco euros y le cerró la mano dejándole una ramita de olivo.
— ¡Espabila niña! —dijo y se retiró al acecho de otros turistas.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)